Publicidad

lunes, 26 de agosto de 2019

Egipto mágico con IMAGE TOURS Capítulo I


En realizar este viaje nos decidimos por elegir un paquete turístico porque nos pareció la forma más segura de viajar por primera vez a un país tan lejano y con una cultura tan diferente a la nuestra. De todas las opciones que vimos, al final acabamos contratando un paquete por internet, algo que también hicimos por primera vez. Aunque al principio hérmaos reacios ha hacerlo así, los precios eran mucho mejores que que en las agencias de toda la vida. Al final resultó que la elección, en nuestro caso, fue acertada y no tuvimos que arrepentirnos en apsuluto de ella. La atención al cliente y los trámites no resultaron muy difíciles o nos defraudaron en ningún momento. No obstante, después de la experiencia, tampoco pienso que hubiese sido mala idea hacer este viaje por libre, buscando nosotros hoteles y excursiones, e incluso para todo el viaje. Después de lo vivido y aprendido llegamos a la conclusión de que las dos posibilidades son igual de buenas. Egipto es maravilloso sea como sea, viajando por libre o por agencia de viajes, la diferencia está en la seguridad y el esfuerzo que uno tiene que hacer. Pero en cualquier caso, será  una experiencia que sature sus sentidos.


A continuación os narro en capítulos nuestra pequeña odisea, por si alguien desea repetirla. Como cada persona es un mundo y el mundo cambia cada instante, seguro que la vuestra no será igual, pero lo que es seguro que os ayudará en vuestro viaje Lo que es seguro, sea cual sea la forma, es que Egipto os cambiará y nunca os dejará indiferentes. Espero que algunos de los consejos que os dejo os dejo ayudarán en el viaje. Y no lo dudéis,  si algún día tenéis la oportunidad,  hacerlo.

Capítulo I

La llegada a Aswán

Después de un vuelo tranquilo de cinco horas, un aterrizaje suave en aeropuerto de Aswán marcó la primera etapa de nuestra aventura. Cuando el comandante de la aeronave nos lo dijo, nos dispusimos a salir al exterior del Airbus 737; ya cansados de tanto vuelo y  con ganas de estirar las piernas, ilusionados y con la emoción de estar haciendo juntos nuestro primer gran viaje. Nada  más salir por la escotilla,    Egipto nos ofreció su calurosa bienvenida,  una ola de calor que nos golpeó el rostro  como una pesada maza. Al principio pensábamos que era el calor desprendido por los reactores , pero pronto nos dimos cuenta que no era así, sino que era el rigor del desierto que nos acompañaría durante todo el viaje. era un calor seco al que ningún viajero que viniese de la costa del Mediterráneo española, como nosotros, le resultaba familiar. Quizás  a alguno procedente del sur de Andalucía, que hubiese vivido en el desierto de Tabernas, no le sorprendiese ese choque térmico, pero para nosotros fue como una invitación para volver al avión para volver al refugio que proporcionaba su aire acondicionado. La brisa suave procedente del desierto no refrescaba, pero secaba el sudor, o más bien no dejaba que ni siquiera aflorase de la piel, porque lo evaporaba antes siquiera de salir. Era igualmente seca y tórrida. entonces nos preguntábamos como íbamos a soportar aquello durante una semana. Pero tranquilos, no se asusten. Como pudimos comprobar después, aquella nos es más que una sensación inicial provocada por la baja temperatura del interior del aparato; no es algo a lo que uno no pueda acostumbrarse en poco tiempo. La sequedad del aire hace  más soportable las altas temperaturas, hasta el punto de ser más cómodo que un día de  bochorno en España.

El aeropuerto de Aswán no es muy grande, y sus instalaciones denotan el paso del tiempo. Los autobuses que nos trasladaron desde el avión a la terminal eran antiguos y sin aire acondicionado. Sorprende la precariedad de la terminar, más perecida a una vieja estación de trenes que a un aeropuerto. Para acceder a  las puertas de control de seguridad, que estaba detrás de unas puertas acristalas y sucias,  nos hicieron esperar en el exterior de latérminal, cerca del aparcamiento de los autobuses. Allí estuvimos un buen rato soportando una mezcla de olores  a queroseno, gasolina y los humos de los tubos de escape, todo ello bien mezclado con el aire caliente procedente del desierto. Por suerte, los controles no fueron muy estrictos y aquel suplicio no duró más de lo soportable. Solo los primeros pasajeros fueron examinados a conciencia, al menos los de nuestro vuelo. A parte de las medidas habituales de seguridad, pude observar una cámara infrarroja para medir la temperatura corporal de los pasajeros; una tecnología que contrastaba con la precariedad del resto de instalaciones. Observamos también que algunos funcionarios del aeropuerto portaban mascarillas tapándoles la nariz y la boca. Era evidente que estas medidas estaban destinadas a prevenir la entrada en el país de viajeros con la gripe aviar de de las narices; una paranoia montada por la OMS para vender vacunas. En esos momentos de espera, el sol se estaba poniendo, y una luz amarillenta y casi mágica se fue apoderando del cielo cubierto por arena en suspensión. Era uno de los siete atardeceres  que oriente nos regalaría en nuestro viaje.

A través de la cristalera de la terminal pudimos leer el nombre de nuestra agencia de viajes en un letrero que portaba un hombre. El tipo, de facciones claramente árabes y delgado, sería nuestro guía en la primera etapa del viaje. Verlo no fue algo que disipara incertidumbres y temores, pues era la primera vez que salíamos de Europa y era normal que sintiésemos miedos o resquemor. Muchos nos recomendaron no ir por esas tierras. decían que eran extremistas, que había terrorismo, pero lo cierto es que nada de eso encontramos. 

Ya de noche y después de obtener el visado y recoger el equipaje, salimos de la terminal  para volver a percibir aquel calor proveniente del desierto, pero para entonces y nuestra sorpresa, ya no era tan intenso. Allí nos estaba esperando el autobús que nos llevaría a nuestro primer destino. También allí nos encontraríamos con el primer choque cultural. Se suponía que las propinas habían sido cobradas por adelantado e incluidas en paquete turístico como un extra, pero los porteadores de maletas o maleteros, pedían dinero, procurando, eso si, no ser vistos por los  guías o los agentes de policía. Pedirán euros y ha ser posible billetes, y parecía que nunca estaban satisfechos con la cantidad. También pedían cambiar monedas de euros en billetes. Supimos después que aquello era porque no pueden cambiar monedas de euro en libras, porque el banco solo les aceptaba papel y no monedas. Supimos después, que para ellos dos euros es una auténtica fortuna, aunque cuando se los dabas ellos hacían ver que era una miseria y hasta se enfadaban. Algo que no sabíamos entonces tampoco y que nos hubiese sido muy útil para cuantificar cual es la propina adecuada, es que el salario medio de un egipcio estaba entonces  entre 100 y 150€ al mes, algo más de 1300 libras egipcias. así que dos euros era una fortuna, aunque hiciesen ver que no era así. Nosotros, como buenos novatos picamos.

Es importante saber que  si accedéis cambiar billetes por monedas de euros, como suelen pedir, aseguraros muy bien que realmente os están dando monedas de euro, porque en ocasiones, según nos previnieron, algunos pícaros mezclan entre los euros monedas egipcias, que fácilmente se confunden con las monedas europeas y, claro está, son  de valor muy inferior. Algunos del grupo con el que íbamos lo hicimos, ayudando a a quellos maleteros a cambiar sus monedas. Tengo que decir en favor de los trabajadores que estaban allí, que en ningún caso nos intentaron estafar de ese modo, dándonos gato por libre.

Ya en el autobús, para nuestro alivio, con aire acondicionado, emprendimos la marcha hacia el barco que nos llevaría de crucero por el Nilo. Fuimos por carreteras y calles, en ocasiones, mal iluminadas y plagadas de montones de basura. Al preguntar por aquello, nos explicaron que la recogida de basura en Egipto no es un servicio público, y que solo les recogen las basura todos los días  a los ciudadanos que pueden pagan dicho servicio privado. Los demás tiene que acumular la basura, incluso  en las azoteas de los edificios, para que la recogida les salga más económica. Los menos pudientes, ni siquiera eso, simplemente la dejan en cualquier sitio para no pagar.
Durante el trayecto no muy largo hasta el puerto, ya pudimos observar por las ventanillas del autobús algunas de las diferencias tan notables de cultura y forma de vida de Aswán. Una vida que empieza cuando cae el sol y que se prolonga hasta altas horas de la madrugada.
Dado que estábamos en un país casi completamente musulmán, no nos extrañó, aunque nos pareció chocante, ver a todas las mujeres con velo y muchos hombres con chilaba, incluso alguna mujer con el riguroso burka que las cubría completamente el rostro, ya no digamos el resto del cuerpo. Además, nuestra llegada coincidió con el inicio del ramadán, la principal celebración espiritual musulmana, algo que también condiciona mucho la vida de los egipcios, principalmente porque no pueden comer, ni beber, ni fumar desde la salida del sol, hasta que que se pone.
Causa bastante respeto la abundante presencia de policía y controles de carretera, donde los agentes o miembros del ejercito a menudo estaban armados con fusiles de asalto kalashnikov.

Después de pasar al menos tres controles de carretera arribamos frente al puerto donde nos esperaba el barco, que no se denominan así, sino motonave. Al bajarnos del autobús, fueron los trabajadores del barco los que nos llevaron el equipaje al barco. Supongo que en este caso el tema de la propina ya estaba mejor especificado, pero con la cara que ponían los maleteros lo decían todo; pero en esta ocasión ya estábamos prevenidos por el guía, que nos dio algunas premisas sobre las propinas, lecciones básicas de árabe y algún que otro consejo durante trayecto hasta el puerto. El autobús nos dejo en la acera contraria a donde estaba el barco, y para llegar a él tuvimos que atravesar una avenida bastante ancha y transitada por vehículos que circulaban muy rápido para ser una ciudad. Allí la conducción era algo fuera de lo normal. Los vehículos no paraban para dejarnos pasar, al contrario, hacían sonar sus bocinas para que no lo hiciésemos. Fue necesaria la ayuda del guía, que localizó a un guardia, para poner detener el tráfico y cruzar la calle.

El guía era un hombre joven, simpático y amable, como pudimos constatar después, era algo común en la mayoría de las gentes de este país. No obstante, no hay que confiarse mucho. La impresión que queda es que son muy espabilados para ganarse la vida a consta del turista, algo comprensible dada las condiciones de vida del país.
Con lo leído y observado in situ sobre Egipto, podemos decir con que es un país muy corrupto. El bajo salario de los funcionarios y la mala gestión son la causa de ello. Ochenta millones de habitantes concentrados principalmente en las orillas del río Nilo, el 3,5% de la superficie total del país. El resto del país son tierras desérticas lo que crea un grabe problema se superpoblación en estas zonas. El Cairo, la capital de Egipto con 15 millones de almas que se transforman en 22 cuando la gente acude a trabajar. Es la segunda capital más poblada del planeta y la segunda ciudad también en extensión del mundo, solo superada por la Mejico D. F. Pero Egipto no es un país pobre, tiene recursos naturales, agricultura, petróleo y buenas fuentes de entrada de divisas, como el turismo y el Canal de Suez, paso obligado para todas las mercancías procedentes de Asia y África. Pero como ocurre en muchos países mal gestionados y con alto grado de corrupción, estos ingresos no llegan en forma de servicios a la población, y en general, el país denota un estado de abandono y carencias evidentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El desierto de Tabernas

Existen pocos lugares en el planeta  tan sorprendentes como los es el desierto de Tabernas, al Norte  de la ciudad de Almería en España.  P...