Hay cientos, sino miles, de pueblos distribuidos por todas las regiones de la España interior que se están muriendo poco a poco. Pueblos con historia y cuna de los padres de los que hoy habitan las grandes ciudades, que, poco a poco, en lenta agonía, van cayendo en el olvido e invadidos por los elementos. Sus casas y plazas, hoy desiertas y antes llenas de vida, se van derrumbado y con ellas los orígenes de muchos que crecimos en ellos. La llegada de la industrialización y la modernidad, fueron dejando vacíos, porque sus gentes deseaban una vida mejor y dejar aquella vida sencilla pero dura. No fueron culpables por ello, simplemente querían algo mejor y los sucesivos gobiernos, lejos de ayudarlos, dejaron estos lugares en la mano de Dios. Sin apenas servicios y alejados de los grandes núcleos urbanos, han perdido sus colegios, sus habitantes y la atención sanitaria, quedando como testigos mudos de alegrías y sufrimientos de sus gentes. Sus calles hablan de un tipo de vida sencilla que hoy pocos recuerdan. Cultivos abandonados, frutos que ya no se recogen y que bien podrían paliar la ruina de muchos, son invadidos ahora por la naturaleza a la que siempre habían pertenecido. Los jóvenes, sin expectativa de futuro y seducidos por las excedencias de una vida moderna pero esclava, optaron un día por marcharse, dejando atrás una infancia feliz y tradiciones que con el tiempo se perderán. Entonces no llegaba a los pueblos la modernidad de la tecnología, ahora que podría llegar, ya es demasiado tarde .
En la provincia de Salamanca, entre Lumbrales y la frontera de Portugal, a doce y catorce kilómetros respectivamente, la Fregeneda se haya rodeada de tierras de cultivo, millones de almendros y parajes de una singular belleza. Fue un día uno de los pueblos más importantes de la comarca, Rico en tierras de cultivo de almendra, olivas y algarrobos, y uno de los más importantes productores de leche de oveja y lana. Fue famoso por sus dulces, quesos y embutidos. Hoy, con apenas 400 habitantes, una población muy envejecida y unas tierras en estado de abandono, parece un serio candidato a la la desaparición. Ya no se hace el pan de antaño, las perronillas y repelados, son cosas que si no se remedia se perderán, como su folclore y sus fiestas. Como un reflejo de lo que fue, hoy todavía se puede comprar allí uno de los mejores quesos de oveja del mundo y disfrutar de sus gentes, amables de corazón, como antaño, pero hasta cuando.
Una vía férrea recorrió antaño estas tierras. Hoy, poco a poco se pudren sus puentes y se corroen sus raíles. Un recorrido de una belleza inigualable, que bien podría convertirse en ruta turística que diera nueva vida a la comarca, tal y como ha hecho Portugal; donde al contrario de lo que ha ocurrido en España, la linea de tren que va desde la estación de Pinhao a Oporto, recorriendo todo el cauce del Duero, se ha convertido en una ruta turística de obligado recorrido. Esa vía fue antaño la unión entre Portugal y España. Bastarían unas cuantas inversiones y rehabilitar uno de esos trenes de vapor para que todo volviera a funcionar. Sería una solución para que La Fregeneda y otros pueblos de la comarca volvieran a la vida; pero los políticos están en otras cosas. Están para hacer macroinversiones en aeropuertos que no se usan, en aves, que cuestan miles de millones y que se cierran por falta de viajeros.
La falta de servicios sanitarios en estos pueblos causa hoy en día muchas muertes y penurias en en las grandes ciudades no pasan. Cualquier prueba médica de importancia supone un desplazamiento de 100 kilómetros a Salamanca, algo que para las personas mayores resulta muy duro y en ocasiones fatal. La desidia de los políticos y la falta de inversiones son la causa de que La Fregeneda, como muchos pueblos pequeños con encanto desaparezcan, y que con ello se pierdan cosas irrecuperables.
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